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El destino, ya lo dijo Shakespeare, baraja las cartas y nosotros las jugamos. Y no cabe duda de que Enrique Bunbury y Nacho Vegas han sabido sostener las suyas. Diez años después de la disolución de Héroes del Silencio, el primero, un aragonés duro en la acepción de Don Luis Buñuel, se ha convertido en el artista favorito de los otros artistas, un paradigma de reinvención constante que, en sus idas y venidas del rock a la electrónica, del Mediterráneo al Caribe, de la tradición a la vanguardia, ha conquistado territorios vírgenes para la expresión en castellano. El segundo, asturiano de pro y miembro fundador de Manta Ray, se ha erigido en el cantautor de sustrato independiente más importante de este país, un storyteller justo y necesario que ha enriquecido con la fluidez narrativa del folk anglosajón un universo personal y del todo intransferible. Uno y otro han ganado la baza de sus propias carreras sin trampas ni faroles, apostando su enorme talento contra la mediocridad general. Y ahora, estrechando una relación que se inició hace casi una década y que se consolidó durante la gira "Freak Show", superan el envite de tahúres y fulleros en un órdago a la mayor con la forma (y el tremendo fondo) de su primer álbum conjunto.
Grabado en los estudios de Paco Loco en El Puerto de Santa María, mezclado en Music Lan (Figueres) y masterizado en Sterling Sound (Nueva York), "El tiempo de las cerezas" es un doble CD fruto de la humildad, de la admiración y, sobre todo, del respeto. De la humildad porque significa la fusión de dos egos en pos del beneficio de un proyecto en las antípodas de ese reality-work que, bajo el apelativo de Bushido, unió a Bunbury con Shuarma (Elefantes), Morti (Skizoo) y Carlos Ann. De la admiración porque provoca el encuentro de dos universos autorales concomitantes pero distintos. Y del respeto porque resulta de un consenso sin imposiciones ni ultimátum extensivo a todos los procesos, del concepto de producción al grafismo. De hecho, Enrique y Nacho se lo han tomado como una puesta en común de las canciones destinadas continuar sus trayectorias individuales: cada cual canta las suyas a excepción de dos versiones reprise y un tema, "Látex", escrito al alimón. Y en compañía de una banda formada por instrumentistas de su confianza y músicos desconocidos para ambos, las han dejado registradas en el que es, por derecho, el acontecimiento del año. Con un título de resonancias cinematográficas -investiguen en las filmografías del iraní Abbas Kiarostami y del catalán Marc Recha-, "El Tiempo de las cerezas" podría estar dedicado a la memoria de Johnny Cash, Townes Van Zandt y Nick Drake. Y no lo está porque, en él, se sienten tan sabios como Bob Dylan, Lou Reed y Merle Haggard, tan vivos como Lee Hazlewood, Kurt Wagner (Lambchop) o Jeff Tweedy (Wilco), tan fuertes como Bill Callahan ((Smog)), Will Oldham y Mark Lanegan. Pero que nadie se llame a engaño: en su ambigua amplitud, el concepto Americana no puede abarcar canciones como "Puta Desagradecida", "Montenegra", "Ahora" o esa impresionante cover del "Bravo" que Bambino popularizó en los setenta. Y es que la personalidad de Enrique y Nacho, rodeados aquí de una selecta nómina de colaboradores que incluye a Raül Fernández (Refree), Christina Rosenvinge y Gary Louris (Jayhawks, Golden Smog), entre otros, no lo permitiría. Y por si la sucesión de "El Viaje a Ninguna Parte" (Capitol-Emi, 04) y "Desaparezca aquí" (Limbo Starr, 05) no fuera suficiente motivo de celebración, este disco viene a dinamitar todos los estereotipos asociados a Vegas ("mejor compositor que intérprete"), a Bunbury (justo lo contrario) y, por supuesto, a un impulso creativo que priva de sentido los términos underground y mainstream. Escucharlo equivale a descubrir los mejores textos de la historia reciente del pop español musicados por dos hombres que, sin ser Robert Redford y Paul Newman ni estar dirigidos por George Roy Hill, han alcanzado su destino. Dios (o el diablo) los cría. y ellos se juntan para regalarnos el disco del año. Desde que Enrique Bunbury desvelara la noticia durante el lanzamiento de su antológico "Canciones 1996-2006" (Capitol-Emi, 06), el álbum que ha compuesto, interpretado y grabado junto a Nacho Vegas se ha convertido lisa y llanamente en el acontecimiento musical de 2006. A nadie debería extrañarle: uno, Bunbury, es el artista que más admiran los otros artistas, según una reciente encuesta realizada entre sus compañeros de profesión; y el otro, Vegas, se ha consolidado como el cantautor de sustrato independiente más importante de este país. Expectativas, las hay. Y muchas. Ninguna lo bastante ambiciosa para abarcar al soberbio "El tiempo de las cerezas" (Capitol-Emi, 06), un doble CD en el que las canciones de ambos, articuladas en torno al mismo concepto de producción, se van alternando en una secuencia que podría resucitar, de una vez, a Johny Cash, Nick Drake y Townes Van Zandt. Grabado en los estudios de Paco Loco en El Puerto de Santa María, mezclado en Music Lan (Figueres) y masterizado en Sterling Sound (Nueva York), el primer álbum conjunto de Bunbury & Vegas incorpora a una selecta nómina de colaboradores que incluye a Raül Fernández (Refree), Christina Rosenvinge y Gary Louis (Jayhawks). Escuchar "Días extraños", "No fue bueno", "Secretos y mentiras" o "Puta desagradecida" es comprobar que, este año, las cerezas y su tiempo se han adelantado
Fuente: Web Oficial de Enrique Bunbury Para ampliar información, haz click sobre el tiempo de las cerezas bajar el tiempo de las cerezas
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